sábado, 3 de enero de 2009

GAZA

Ya están digeridas las uvas y el cava, ritualmente consumidos para recibir con los mejores augurios este año nuevo, año nueve. Es hora de empezar a ver y a comentar a media voz, con qué cara amaneció y qué cara se nos ha puesto. Sin duda, la noticia más sangrante, en todos los sentidos, es la del bombardeo israelí de Gaza, con la que acabó el año viejo y alumbró el año nuevo. Soy antimilitarista y antibelicista, no sólo confeso, sino militante y apostólico. Una bomba, un tiro, un maltrato, sólo sangre, dolor y desgracia traen al ser humano. Y no sólo en estas fechas, como hipócritamente se lamentan las plañideras de turno, para las que se puede matar impunemente todo el año menos en Navidad, para que no amargue el turrón, sino en cualquier día, en cualquier latitud y por cualquier motivo. Las imágenes de sangre, dolor y destrucción de Gaza me estremecen y hago votos para que cese la violencia. Pero, ojo, para que cese toda violencia. Dicho esto, no seré yo el que me una a condenas ni a manifestaciones contra Israel, mientras sus organizadores no condenen con la misma vehemencia, por lo menos, los constantes e indiscriminados ataques a Israel por parte de la banda terrorista de Hamás. Desde hace ocho años, los niños, ancianos, mujeres y campesinos de Israel, son víctimas diariamente de los ataques con cohetes qassam, fabricados por los fanáticos de Hamás, con la ayuda material y financiera de países amigos. Sderot, Netivot, Ofakim, Ashkelón, Kiriat Gat, Kiriat Malachi, Sedera, Nes Tziona, Beer Sheba (capital del Neguev y cuarta ciudad de Israel), son nombres de ciudades de Israel que padecen un día sí y el otro también los efectos devastadores y mortales de los cohetes terroristas. Ya están cayendo a 20 km. de Tel Aviv. ¿Hasta cuándo debía esperar Israel para reaccionar? ¿Acaso puede esgrimirse el argumento de la reacción desproporcionada? ¿A partir de cuántos muertos estaría éticamente justificado el Gobierno de Israel para limpiar la madriguera de Hamás? ¿No es reacción desproporcionada el aplastar de un manotazo al mosquito que te está picando toda la noche? No usaré jamás el término de “efectos colaterales”, que sólo enmascara los muertos civiles con la cínica jerga militar, ¿pero es lícito que combatientes militares usen a la población civil como escudos humanos? Sí para la enferma mente de los terroristas fanáticos islámicos, pues matan varios pájaros del mismo tiro: por un lado aceleran la marcha al Edén liberador de unos pobres desgraciados que, además, con su muerte contribuyen a crearle más problemas al odiado enemigo judío. Cada vez es menos entendible la reacción de la izquierda europea, a la cual pertenezco orgullosa y críticamente, de apoyar acríticamente la causa palestina, aunque, como en este caso, su bandera sea enarbolada por los terroristas de Hamás. Parece como si tocarse con una kafiya fuera un certificado de buena conducta. Esa dicotomía país pobre-país rico, imperialista-antiimperialista, sionista-antisionista, es una dualidad más propia del barroco que del siglo XXI. Parece que en el mundo existe un pudor-temor de cantar las verdades del barquero a los terroristas islámicos. Hoy en Gaza hay muerte, pero hace años que hay asesinatos, corrupción desbordada, inexistencia de derechos humanos, etc.
Europa olvida que en las calles de Gaza, los militantes de Hammás, tocados de kafiya y kalashnikof en mano, celebraban alborozados e impúdicamente los atentados criminales de Nueva York, de Madrid, de Londres y de Bombay. Parece como si a la izquierda europea le doliesen los muertos de Madrid, o los de Londres, pero no los de Beer Sheba o Ashkelón. Si la ONU, los países árabes, Egipto, el gobierno de Abás, son incapaces de meter en cintura a los terroristas de Gaza, alguien tiene que hacer el trabajo sucio. Es una constante histórica.
Alto el fuego ya, pero alto el fuego total y definitivo.