domingo, 18 de febrero de 2024

 


                                LA CATÓLICA ESPAÑA CADA VEZ LO ES MENOS II


Ya Don Ramón María del Valle Inclán, con su reconocido sentido del humor, definía al español como “un hombre moreno, bajito, con bigote y muy mala leche, que dice que fornica mucho, pero se mata a masturbaciones y va toda su vida detrás de un cura, la mitad de ella con una vela y la otra mitad con un palo.”. Parece que ahora vamos con el palo y va para más de 40 años. La “descatolización” puede atribuirse a múltiples factores: el aire libertario de la democracia y la europeización, la liberación de una cadena opresora e inquisitorial, etc.

Por otro lado, el empuje del “cristianismo evangélico”, propiciado sobre todo por la inmigración sudamericana, ha contribuido a esta situación de “descatolización” de la sociedad española. Las cifras son reveladoras. No solo disminuye de forma contundente el número de matrimonios (el de hijos también), sino que la mayoría de los matrimonios son civiles y no eclesiásticos. Como se decía ya hace años: “uno se casa por lo civil, no por lo militar”.

Esta situación ha llevado a una “casi” despoblación de las misas y sus correspondientes eucaristías. Para intentar paliar esta situación hubo una propuesta anónima en los años 70, que más parecía una provocación humorística, de dar la comunión en un bocadillo con chorizo, para animar a la gente a ir a comulgar. Por supuesto aquello quedó en nada. Al poco tiempo, algunos vascos, (ya se sabe que el vascongado es aficionado a los excesos gastronómicos) propusieron sustituir la oblea tradicional por una tapa del plato tradicional vasco (el segundo después del bacalao al pil pil): “las alubias rojas con sacramentos”, pues aunque en este caso los “sacramentos” consisten en chorizo, tocino y costilla de cerdo, el nombre lo hacía propicio para su fin. El Arzobispado de Bilbao se negó incluso a responder.

En el inicio de la segunda mitad del siglo XIX se propagó en Europa la plaga de la filoxera que arrasó con multitud de viñedos en todas partes, incluida España, aunque en menor medida. Un viticultor alsaciano, Augusto De Müller Ruinart de Brimont, buscando alternativas a la destrucción de sus viñedos vino a instalarse en España, en Tarragona, en 1851, donde creó la bodega De Müller. Su hermano, con estrechos vínculos con la Iglesia (se desconoce el detalle exactamente) consiguió que en 1883 el Vaticano concediese a su bodega el título de proveedor de vino de misa del Pontificado, y así duró hasta 1959, tras el Concilio Vaticano II, cuando fueron abolidas estas concesiones. Sin embargo, esta bodega sigue elaborando el vino de misa, aunque ahora sus principales mercados son los de exportación a África y China, y ya no  España. Probablemente esta experiencia animó a unos emprendedores catalanes a intentar nuevamente una “modernización” de la eucaristía, lejos ya de los intentos anteriores. Animados por los nuevos conceptos de la desestructuración, tanto en la literatura como en la gastronomía, la moda en la generación Z del sexo fluido, etc., esgrimieron ante las autoridades eclesiásticas que la Transfiguración podía ser tanto del pan como del vino, pues ambas cosas ofreció Jesús a sus apóstoles en la última cena, y así comulga el sacerdote oficiando la misa. Por ello crearon un licor al que llaman “L´Hostia”, con 32º de alcohol y un sabor divino y en donde en la parte trasera de la botella se puede leer: “L’Hostia holy communion is the most traditional and sacred liqueur from Barcelona. The miraculous sweet elixir that will lead us into temptation but deliver us from evil. Amen.”. El Arzobispado de Barcelona parece ser que ha hecho la vista gorda, sobre todo por el significativo aumento de asistentes a misa y comulgantes, aunque algún párroco ha advertido que han notado que muchos feligreses repiten varias veces la comunión, el chupito del licor, y algunos salen tambaleantes de la iglesia, a lo que algún obispo ha aclarado que ese tambaleo no se debe en modo alguno a ebriedad, lo que por otra parte la Biblia no condena en absoluto, desde Noe en adelante, sino a la euforia de sentirse poseído en gran medida, a veces hasta excesiva, por la Gracia y el cuerpo del Señor.