LA CATÓLICA ESPAÑA CADA VEZ LO ES MENOS II
Ya Don Ramón María del Valle Inclán, con su
reconocido sentido del humor, definía al español como “un hombre moreno,
bajito, con bigote y muy mala leche, que dice que fornica mucho, pero se mata a
masturbaciones y va toda su vida detrás de un cura, la mitad de ella con una
vela y la otra mitad con un palo.”. Parece que ahora vamos con el palo y va
para más de 40 años. La “descatolización” puede atribuirse a múltiples
factores: el aire libertario de la democracia y la europeización, la liberación
de una cadena opresora e inquisitorial, etc.
Por otro lado, el empuje del “cristianismo
evangélico”, propiciado sobre todo por la inmigración sudamericana, ha
contribuido a esta situación de “descatolización” de la sociedad española. Las
cifras son reveladoras. No solo disminuye de forma contundente el número de
matrimonios (el de hijos también), sino que la mayoría de los matrimonios son
civiles y no eclesiásticos. Como se decía ya hace años: “uno se casa por lo
civil, no por lo militar”.
Esta situación ha llevado a una “casi” despoblación
de las misas y sus correspondientes eucaristías. Para intentar paliar esta
situación hubo una propuesta anónima en los años 70, que más parecía una
provocación humorística, de dar la comunión en un bocadillo con chorizo, para
animar a la gente a ir a comulgar. Por supuesto aquello quedó en nada. Al poco
tiempo, algunos vascos, (ya se sabe que el vascongado es aficionado a los
excesos gastronómicos) propusieron sustituir la oblea tradicional por una tapa
del plato tradicional vasco (el segundo después del bacalao al pil pil): “las
alubias rojas con sacramentos”, pues aunque en este caso los “sacramentos”
consisten en chorizo, tocino y costilla de cerdo, el nombre lo hacía propicio
para su fin. El Arzobispado de Bilbao se negó incluso a responder.
En el inicio de
la segunda mitad del siglo XIX se propagó en Europa la plaga de la filoxera que
arrasó con multitud de viñedos en todas partes, incluida España, aunque en
menor medida. Un viticultor alsaciano, Augusto De Müller Ruinart de Brimont, buscando alternativas a la
destrucción de sus viñedos vino a instalarse en España, en Tarragona, en 1851,
donde creó la bodega De Müller. Su hermano, con estrechos vínculos con la
Iglesia (se desconoce el detalle exactamente) consiguió que en 1883 el Vaticano
concediese a su bodega el título de proveedor de vino de misa del Pontificado,
y así duró hasta 1959, tras el Concilio Vaticano II, cuando fueron abolidas
estas concesiones. Sin embargo, esta bodega sigue elaborando el vino de misa,
aunque ahora sus principales mercados son los de exportación a África y China,
y ya no España. Probablemente esta
experiencia animó a unos emprendedores catalanes a intentar nuevamente una
“modernización” de la eucaristía, lejos ya de los intentos anteriores. Animados
por los nuevos conceptos de la desestructuración, tanto en la literatura como
en la gastronomía, la moda en la generación Z del sexo fluido, etc.,
esgrimieron ante las autoridades eclesiásticas que la Transfiguración podía ser
tanto del pan como del vino, pues ambas cosas ofreció Jesús a sus apóstoles en
la última cena, y así comulga el sacerdote oficiando la misa. Por ello crearon
un licor al que llaman “L´Hostia”, con 32º de alcohol y un sabor divino y en
donde en la parte trasera de la botella se puede leer: “L’Hostia holy
communion is the most traditional and sacred liqueur from Barcelona. The miraculous sweet
elixir that will lead us into temptation but deliver us from evil. Amen.”. El Arzobispado de
Barcelona parece ser que ha hecho la vista gorda, sobre todo por el
significativo aumento de asistentes a misa y comulgantes, aunque algún párroco
ha advertido que han notado que muchos feligreses repiten varias veces la
comunión, el chupito del licor, y algunos salen tambaleantes de la iglesia, a
lo que algún obispo ha aclarado que ese tambaleo no se debe en modo alguno a
ebriedad, lo que por otra parte la Biblia no condena en absoluto, desde Noe en
adelante, sino a la euforia de sentirse poseído en gran medida, a veces hasta
excesiva, por la Gracia y el cuerpo del Señor.