viernes, 7 de mayo de 2010

HU EVÓN


O Hu? Evón. Según el Diccionario de la Academia Mayor de la Lengua Quéchua (Qheswa Simi Hamut’ana Kurak Suntur), la palabra Hu, tanto en quéchua como en aymara significa ¿Por qué? ¿Qué tienes?. Como en castellano Evón es claramente uno de los posibles aumentativos de Evo, el juego de palabras del título nos daría un híbrido con el significado aproximado de ¿Pero qué te pasa pedazo de Evo? Sin dejar la línea sexual temática que me he marcado para esta temporada de primavera-verano, hablaremos de Evo. Cuando Evo apareció en escena, me resultó un personajillo simpático, le gustaba la coca, el fútbol y hacer el indio, (Diccionario fraseológico documentado del español actual, Manuel Seco et al. Aguilar, Madrid, 2004: Hacer el indio- v. col. hacer el tonto) aficiones estas que muchos hemos compartido en algún momento de nuestra juventud. Cuando le oí hablar por primera vez, pensé que el pobre hacia un gran esfuerzo para expresarse en español, idioma que tal vez aprendió tardíamente en desigual y meritoria pugna con su materno aymara. Luego supe que el pobre Evo no sabe más aymara que yo ruso, es decir, más bien poco, y cuando le oí hablar por segunda vez llegué a la conclusión de que el tipo es tonto. No me gusta el insulto y la descalificación como argumento dialéctico, no los uso, por lo que esto es una calificación, un adjetivo, el que mejor define al personaje: Evo es un hombre sencilla y llanamente tonto; es por lo tanto un diagnóstico, no una ofensa. Recordé la divertida película de Peter Sellers Desde el jardín, basada en la buena novela de Jerzy Kosinski, Being There, en la que los papanatas burgueses confunden el silencio y la estulticia del jardinero con una deslumbrante genialidad, encumbrándolo desmesurada e injustificadamente. Como dice el proverbio chino: uno es dueño de su silencio y esclavo de sus palabras; por eso cuando Evo habla deja primero perplejos y luego desternillados de risa a sus oyentes. La entrevista que le hizo TVE con ocasión de su visita de Estado a España, ha recorrido todos los programas de humor del país. En un buen artículo publicado recientemente en La Vanguardia de Barcelona, Pilar Rahola dice que sería para reírse “si no fuera porque estos cómicos, ridículos, delirantes e incultos personajes gobiernan a millones de personas.” En este cesto, Pilar mete a los compadres del Morales, Ahmadineyad y Chávez. Todo esto viene a cuento de su reciente e inspirado discurso ante 20.000 personas, no sé si perplejas o muertas de risa, en el que proclamó, urbi et orbi, que comer pollo te hace homosexual y calvo, que la patata holandesa es nociva (sic) y la Coca Cola una herramienta de dominación imperialista. Pues a mí me da igual y me río, caiga quien caiga. Cuando un pobre tonto habla no me río; cuando un tonto redomado habla dándoselas de genio, me parto de risa. Además, Evo, como el Sancho de Don Quijote, el Planchet de D’Artagnan y el Chuti de Don Mendo, salvando las distancias, pues aquellos eran más sabios que éste, se ha convertido en el jocoso escudero de su señor Hugo Rafael, que lo lleva de un lado para otro para divertir a sus comensales: “Ya sé que estas reuniones son muy aburridas, Cristina, pero traigo a Evo y nos reímos que jode.” Pero es curioso, volviendo al pollo homosexualizante, que Evito no se dé cuenta de que esa homofobia machista de la que hace gala es una herencia de los odiados colonizadores españoles. Efectivamente, las Crónicas de Indias, desde Cortés hasta Fray Bernardino de Sahagún, comentan y se muestran horrorizados ante las costumbres sexuales de los indios, lo que la Iglesia llamaba el pecado nefando, cuando lo practican los otros, claro está. Desde Mesoamérica hasta el Altiplano, desde los aztecas hasta los aymaras, no le hacían ascos al cochecito de San Fernando, un ratito a pie y otro andando, y entre tanta llama y tanto cóndor, los antepasados de Evo le daban a pelo y a pluma. No sacaré a relucir, o sí, lo que algunos psiquiatras y psicólogos afirman, y que la prensa nos recuerda casi a diario, de que muchas veces, las proclamas altisonantes de homofobia provienen de atormentados personajes a los que el armario se les hace cada vez más insoportable. Por cierto, ¿se le conoce mujer a Evo? No insinuó nada, también es posible que haya sublimado su libido a través del poder, algo muy frecuente, del fútbol y de Hugo Rafael. Por alguna razón que ignoro a ciencia cierta, en español, y en otros idiomas, se asocia la tontería con las partes pudendas, como si, digo yo, el máximo exponente de la tontería fuese el no saber qué hacer con el aparato del regocijo, algo tan natural como el comer. Así podemos elegir entre un variopinto repertorio: boludo, huevón (o güebón), pendejo, tonto de los cojones, tonto de los huevos, tontolaba, tonto de las narices (éste parece ser más bien un eufemismo atenuador), tonta del coño, y, el que, dadas las circunstancias, podría cuadrarle mejor a Evo, tonto del culo. Sin embargo, yo me inclino por el rotundo y definitivo soplapollas (DRAE: soplapollas com. malson. Persona tonta o estúpida). Pero como dicen Les Luthiers: “Ningún tonto se queja de serlo; no les debe ir tan mal.” A éste le va de maravilla... por ahora.