No tengo más remedio que
interrumpir mis crónicas viajeras, las reanudaré mañana, para dedicarle una
reflexión a un acontecimiento histórico que se ha dado hoy en Venezuela. El no
hacerlo habría sido frivolidad o complicidad dolosa. Me refiero a las Primarias
de la oposición. Tal vez por mi formación en la clandestinidad y en el
“centralismo democrático”, las primarias abiertas no son una de mis opciones
preelectorales favoritas, y, en el caso venezolano, donde el objetivo es acabar
con un régimen, no reemplazar un Gobierno, una solución a la chilena, un
acuerdo interpartidos, me habría parecido más sensato, y así lo he manifestado
siempre, pues se trata de encontrar, no al mejor, sino al que pueda derrotar al
Régimen, al menos en este primer embate. Dicho esto, y dado por supuesto que no
soy portador de la verdad única, el proceso de las Primarias se ha desarrollado
con un éxito sin precedentes y por lo tanto sorprendente y con unas
consecuencias que en estas primeras horas son difíciles de aventurar. Basándose
en los datos antecedentes, tanto del país como de otros países, se calculó por
parte de la Mesa de la Unidad Democrática que una participación del 10% del
padrón electoral, cifra tradicional en Estados Unidos con una larga tradición
de primarias, la mayor del mundo, constituiría un éxito de gran resonancia. De
acuerdo con esas previsiones se estableció la logística en lo referente, sobre
todo, al número de centros electorales, mesas y máquinas de votación, en aras,
también de abaratar los costos del proceso. La hora del cierre de las mesas de
los colegios electorales era las 4 de la tarde y a las 7 casi el 30% seguían
abiertas por las largas colas de votantes esperando sufragar. La enorme
participación. tres millones de votos, más del 15% del censo, ha roto las previsiones logísticas y ha sido
la causa de la demora del proceso. A estas alturas se pueden hacer dos lecturas
del fenómeno: una que a pesar del miedo, miedo real por parte de los millones
de funcionarios, maestros, trabajadores y vecinos de barrios y pueblos
controlados por los grupos paramilitares del régimen, a ser denunciados si se
les veía en las colas de votantes, entre otros temores, la oposición ha
mostrado el músculo suficiente para acabar con el Régimen en las presidenciales
de octubre; y otra, que el anhelo de acabar con el Régimen es tan grande en la
oposición que se ha volcado hoy en las urnas y ha sido su canto del cisne, o
que ha rozado su techo. Los próximos meses con la campaña electoral que se
avecina y cómo la afronte el candidato de la oposición y sus asesores, las
encuestas nos lo dirán. Pase lo que pase de ahora en adelante, lo que ya no
admite duda es que la jornada de hoy es un hito para este pueblo y ha
confirmado su vocación democrática. Y, por qué no decirlo, se intuye el
escalofrío que sacude en este momento el espinazo del Régimen. El tercer factor
a considerar es el candidato ganador, Henrique Capriles Radonski, ganador,
además, por goleada, como anunciaban las encuestas. Mis allegados saben que el
Gobernador no goza de mi simpatía especialmente, pero a quien tiene que caer
bien el 7 de octubre es a ese 5 a 10% de votantes indecisos o posibles
desertores de las urnas chavistas, no a mí. ¿Con su discurso distante, comedido,
a veces incluso timorato y a veces confuso, será capaz de enamorar a esos
votantes? ¿Tendrá que inyectarse botox
en el entrecejo para barrer ese gesto de permanente enfado? Lo importante,
repito, no es que sea el mejor sino el que pueda derrotar a Chávez. La
candidata mejor preparada, sin duda, era María Corina Machado y por lo que le
oí recientemente la única que apuntó algo inteligente sobre el futuro petrolero
del país, entre la general mediocridad de los otros candidatos. Pero también
era la más vulnerable ante Chávez. Y el elector lo sabía, por eso no ha pasado
del 4% de los votos. Por eso la quería Chávez de contrincante. Posiblemente el
candidato con más brazo para batirse con él, fuese Pablo Pérez, pero ha sido
víctima, creo yo, de planteamientos regionalistas de los electores y de una mala campaña por su
parte, que le ha dejado con casi un 30% de votos, abriéndole las puertas como
candidato de futuro. Los otros dos, como estaba previsto, han sacado casi la
mitad de los votos nulos, entre los dos. Puros teloneros. Por primera vez en
muchos años, trece, se ve al Régimen desconcertado, medio sonado por este
directo a la mandíbula que le ha propinado la oposición. ¿Será capaz Henrique Capriles
de noquearlo dentro de escasos ocho meses? La solución a la vuelta de la
esquina. Mi deseo, que así sea.