sábado, 3 de abril de 2010

MERLÍN




MERLÍN

Les Chats

Les amoureux fervents et les savants austères
Aiment également, dans leur mûre saison,
Les chats puissants et doux, orgueil de la maison,
Qui comme eux sont frileux et comme eux sédentaires

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Charles Baudelaire

Se nos ha ido, como del viento, Merlín, con quien tanto queríamos. Adiós, Merlín. Le dimos el último empujón a la barca que te hizo surcar el Nilo rumbo al paraíso de Bastet, la diosa inmortal de todos los gatos. Te dimos lo que nos pedías, no ya con maullidos imposibles, sino con miradas que imploraban piedad, una muerte digna, para traducir un horrendo término griego. Te dormiste para siempre, como siempre habías querido : en los brazos de quien más habías querido, escondiendo tu cabeza bajo su axila, como para no ver la muerte, ni nuestras lágrimas. Tu cuerpo, ya disminuido, se acomodó en la postura del sueño, tus ojos, desmesuradamente abiertos se entornaron, tu pelo de seda pareció por un momento recuperar su antiguo brillo siamés en un último adiós y eso fue todo. Te fuiste, dejaste de sufrir y nos dejaste tu sufrimiento y tu recuerdo de catorce años maravillosamente compartidos. Te acaricié aún caliente y te sentí más dormido que nunca. Anoche, yo te había susurrado a la oreja lo que te esperaba en el edén de Bast : orondos saltamontes de un verde incitante, revoloteando a tu alrededor, hermosas percas rojas debatiéndose en el lodo de las orillas del Nilo, coquetas gatas-huríes tricolores maullando amor (en el más allá los gatos resucitan sin castrar, como los hombres). Me miraste como diciendo : « ¡Coño, Luis, soy un gato, no una gallina ! ». Al principo no lo entendí, porque parece ser que las gallinas también tienen una inteligencia elemental, pero me lo aclaraste cuando tu mirada me dijo : « ¿Tú aceptarías este discurso ? » Tenías toda la razón. Fue cuando te dije que habías llevado el lema del carpe diem hasta donde tu cuerpo lo había resistido y que serías inmortal en nuestra memoria hasta donde, a falta de libro publicado, nuestra vida se prolongase. Eso sí lo aceptaste. Aunque me da la sensación de que la despedida que te dedicó Carlota esta mañana, seguramente con otros parámetros, con otros argumentos, (el corazón tiene razones que la razón no entiende), te llegó más al alma (tú también tienes alma, ¿verdad ?) que todos mis razonamientos. Como también te fijaste más en sus lágrimas que en la mías cuando escondiste tu cabeza bajo su axila. Merlín, te has ido al cielo de los gatos, que está en la tierra, curiosamente como el de los humanos, como el infierno, el de los gatos y el de los humanos, en la tierra árida, en el desierto del hambre, de la incultura, de la ignorancia de la pobreza, de la ignominia, de la indignidad. Ya nunca más correrás jugando tras mis pies descalzos, ni los de Carlos Javier, ni te pondré sobre mis piernas para hacerte el « arre, caballito » ; ni harás la croqueta girando como un loco en el suelo ; ni harás tus ejercicios matinales corriendo por el pasillo tras una presa invisible, ni abrirás los cajones de la cocina buscando las bolsas de plástico, ni harás malabarismos en el aire con ellas ; ni te esconderás despavorido ante la amenaza de los amores descontrolados de una vociferante Carolina ; ni te quedarás paralizado, expectante, ante el grito de « mi chancho erótico » de Mónica ; ni volverás a pasar las noches en vela ronrroneando a diez centímetros de la cara de tu gran, tu único amor : Carlota.

Pero no voy a caer en la estupidez, ya me lo advertiste, de pedirte que te consueles porque ahora vas a mordisquear los pies de Hatshepsut, vas a hacer la croqueta ante Tausert, o vas a correr tras Cleopatra... Paparruchas, Merlín, lo que viviste fue con nosotros y fuiste feliz y nos hiciste felices a todos los que te convivimos y ya. Por eso, Merlín, te extrañaremos, te echaremos de menos y eso, creo yo, es morir en paz. Tanto es así, que después de verte morir hoy, yo también quiero morir así, como tú, Merlín : en los brazos de Carlota y durmiéndome poco a poco con los ojos desmesuradamente abiertos para no perderme nada, ni las lágrimas ni la sonrisas de mis seres queridos, ni el ruido ni la música que me envuelve, como lo he hecho durante toda mi vida.

Merlín, te extrañaremos, fue bello compartir contigo parte de nuestra vida.

« Adoptan al soñar las nobles actitudes

de las grandes esfinges tendidas en el fondo de las soledades,
que parecen dormirse en un sueño sin fin;
sus grupas fecundas están llenas de chispas mágicas,
y fragmentos de oro, cual arenas finas,
chispean vagamente en sus místicas pupilas
. »

Los gatos

Charles Baudelaire