viernes, 11 de septiembre de 2009

ROMA-TOKIO: NUEVO EJE DE LA ESTUPIDEZ


Apenas sin tiempo de reposar mi última anotación en esta bitácora, la actualidad que protagonizan los líderes mundiales me pone de nuevo frente a la aventura de la página en blanco. La famosa frase de que los pueblos tienen los gobiernos, o gobernantes, que se merecen, me ha parecido siempre tremendamente injusta. El pueblo español no se merecía a Franco, por eso sacrificó casi un millón de vidas, ni el pueblo que alumbró a Goethe, a Bach, a Beethoven y a Leibniz se merecía a Hitler, ni la Italia eterna a un Mussolini, ni Venezuela a un Chávez, sólo por citar algunos y no caer en la tentación de sacar a relucir una esnob erudición histórica. Sin embargo, sí me parece que estos personajes en su faceta más histriónica pueden sintetizar el cliché más elemental y acartonado que sus respectivos países han proyectado siempre. Me explico. El personaje de Franco, bajito, con bigote y mala leche, no podía ser sino español, o portugués si me apuran, gallego era al fin y al cabo. El Mussolini de las plumas en el casco y los gestos imperiales sólo se lo imagina uno reclamando imperios desde el balcón de la Piazza Venezia, y el gesto adusto y reflexivo de un Hitler, levantando mecánicamente el brazo, no podía ser sino de un alemán, revisando a sus tropas en la Unter Den Linden. De igual manera, un Chávez es tan caribeño, que de no ser venezolano sólo podría haber sido dominicano. Las únicas excepciones podrían estar representadas por los siniestros personajes de un Pinochet o un Videla, que podrían haber sido de cualquier país, pero, eso sí, militares. Y, por supuesto, por mucha imaginación de la que podamos hacer gala, nadie se imagina un Berlusconi que no fuera italiano. Hablemos pues de las últimas andadas de este personaje, razón por la cual esta singladura se inicia en Roma, y no en Venecia, como si del Phileas Fogg venezolano se hubiera tratado. Ayer terminó con la consabida rueda de prensa la reunión en Italia entre los gobiernos de este país y el de España. Los visitantes españoles y la prensa ya estaban medio impactados por las explicaciones que Berlusconi había dado a las ministras españolas por sus recientes palabras en las que acusaba al gobierno español de ser “demasiado rosa” para su gusto, por tener el mismo número de ministros que de ministras. Como ya viene siendo costumbre en ciertos políticos, la culpa era de la prensa que había cambiado sus palabras, ya que eso no lo podría haber dicho nunca un italiano, país cuna de Casanova y los playboys (sic). El resto de sus intervenciones, mayoritariamente, las dedicó a explicar que él nunca pagaba por servicios sexuales, ya que lo que a él le gustaba era conquistar, que siempre es un lujo estético estar rodeado de bellas jóvenes, que si iba a hacer diputadas europeas a varias de ellas era por sus valores morales e intelectuales, que los periodistas le tenían envidia por no asistir a sus orgías, que él era el mejor primer ministro de la historia de Italia, etc. Ver la cara de perplejidad de Zapatero y sus ministras compensaba la mediocridad de la surrealista conferencia de prensa. Sólo con esto, si no fuera él quien es, sería suficiente para que sus hijas y esposa lo declararan incapaz ante un juez, quitándole sus televisoras, sus periódicos, sus editoriales, sus fábricas de pasta y hasta su equipo de fútbol. Pero, Berlusconi, el erotómano, se querella contra los diarios L’Unitá y La Republica, no sólo porque hayan denunciado sus bacanales sardas y romanas, algunas en pelota picada como muestran varias fotos, sino porque, según Luciana Littizetto, han dicho que en estas fiestas de prostitución, cocaína y glamur, il cavaliere y muchos de sus invitados, utilizaban la providencial ayuda de las pastillas azules y de otros colores: las levanta penas. Al sátiro Berlusconi no le importa que se denuncien, ya innegables, sus desmanes eróticos, de que use bienes del Estado para solazarse con sus veline, de que haya barrido la línea divisoria entre lo público y su vida privada, que sea el hazmerreír de Europa y el mundo, que a muchos italianos se les erice el pelo de pensar en la vergüenza que es hoy como italiano tener a ese esperpento de jefe de gobierno. No. Lo que le importa es que una periodista diga que a él no se le eriza el aparato del regocijo, según alegato de su abogado. El honor del cavaliere está en entredicho, la entrepierna no le funciona, tiene problemas de erección, algo insólito en un hombre de sólo 73 años, con implante y teñido de pelo y con las facultades mentales aquejadas de impotencia, por lo visto en la conferencia de prensa. La directora y las cuatro periodistas de L’Unitá, al que Berlusconi pide tres millones de euros para levantar la moral de su alicaído espíritu, exigirán que ante el juez el Presidente del Consejo de Ministros demuestre que sus afirmaciones carecen de fundamento. Macho que se respeta no se arruga, y aunque nos imaginamos que conseguir una esplendorosa y reluciente erección ante un tribunal no debe ser nada fácil, Silvio no puede decepcionar a la legión de erotómanos que aspiramos llegar a su edad cabalgando orgullosamente más velinas que el mismísimo Pan.

La otra punta de este eje de la estupidez está en Tokio. Las recientes elecciones japonesas han supuesto un vuelco en la política de ese país. El Partido Demócrata, de centro-izquierda, ha acabado arrolladoramente, con el gobierno de 54 años del derechista Partido Liberal Demócrata. Me congratulo. Hasta aquí todo normal. El nuevo Primer Ministro in péctore es el ingeniero Yukio Hatoyama, graduado en Stanford, EE.UU, donde conoció a su esposa, la adorable Miyuki, que hizo pinitos en las tablas como actriz. Los japoneses, azotados por la crisis, han decidido dar un giro político importante entregándole el timón del país a un partido con propuestas muy diferentes y con un líder que, a pesar de que sus discursos duermen a las ovejas, ingeniero él, ha encandilado a sus compatriotas. Hasta aquí todo sigue siendo aburridamente normal y todo parece abrir expectativas de ilusión para Japón y para el mundo. Pero como todo tiene un pero, resulta que Miyuki San promete ser la primera dama más pintoresca del Japón y del mundo. En una reciente entrevista en la televisión dijo que quiere cumplir su sueño de hacer una película en Hollywood con su amigo Tom Cruise, amigo no de esta vida sino de una vida anterior en la que ella estuvo emparejada con Tom, quien, por supuesto, era japonés. Por si esto fuera poco, añadió que ella había estado en Venus adonde fue en un OVNI. No sé, la nota de prensa no es más explícita, si la adorable Miyuki aclaró si había sido raptada o fue por su propio kimono, si había llegado a venusizar o se había quedado abordo de la nave rodeando el planeta hermano en perfectas elipses circulares, protegida por el rico aire acondicionado del insoportable calor venusiano. Lo que no cabe duda es que le va lo venusino, venusiano o venéreo. No sé cómo imaginarme la acogida de Yukio a su esposa Miyuki al regreso de Venus. “¿Dónde has estado estos días, Miyuki, dulce almendro en flor de mi vida?” “Dando una vuelta por Venus con unos amiguetes a quienes les va lo venéreo. Por cierto, ¡vaya calorón!”. El grabado que encabeza esta anotación, del gran pintor japonés Kitagawa Utamaro, es como yo me imagino al ingeniero Yukio recibiendo a su esposa. Como buen ingeniero no creo que le dijese algo como: “Era apretada de gritos cuando la tuve al encuentro; pulpa de amor era el centro de sus pupilas saltonas...”, sino más bien “Déjame ver qué te han hecho en Venus en el monte de idem”. Cherchez la femme, dicen los franceses. Bueno, pues la encontramos. ¿Podemos con estos datos juzgar al ingeniero? ¿De qué hablarán en la intimidad Yukio y Miyuki? ¿De viajes astrales? ¿Podrá Yukio deslindar su responsabilidad como dirigente de la segunda economía del mundo, de su relación sideral con el dulce cerezo de Miyuki? ¿Cómo se lo montan en la intimidad? ¿Habrá ido también Yukio a Venus y se lo tiene callado? Ya sé que algunos me dirán que la sociedad japonesa es educadamente machista, por lo que nada impide que Miyuki siga viajando por el éter mientras su marido tiene los pies en la tierra. Pero a estos les dedico lo último que dijo Yukio en esa entrevista: “También me como el sol. Lo hago así, ñam, ñam, ñam, me da mucha energía. Y mi marido está empezando a hacerlo también”. Ya no hay duda, ambos comen sushi de sol. Apaga y vámonos. Ni están todos los que son, ni son todos los que están. ¡Dios, por qué estaremos en manos de una pandilla de idiotas! Este final tiene sabor a principio, como el amor, el sexo y la vida misma. Me gusta.