viernes, 17 de julio de 2009

METERSE EN HONDURAS

Llevo unos días, los mismos que llevo repitiéndome que he de encontrar un hueco para retomar esta bitácora, debatiéndome entre dos temas de urgencia: Honduras y Berlusconi. Me decido por Honduras, porque lo de Berlusconi es una payasada de largo alcance y habrá tiempo y tela que cortar más adelante, mientras que lo de Honduras es efímero, como un partido de fútbol. Y como en verano no hay fútbol, pues razón de más para verlo como tal. Sobre todo, por tratarse de un país que la última vez que se asomó al mundo fue por la llamada “guerra del fútbol”, cuando el 14 de julio de 1969, hoy hace 40 años, el ejército salvadoreño invadió Honduras, con la excusa de un partido de fútbol accidentado.

EL CAMPO DE JUEGO:

Honduras debe su nombre a la profundidad de las aguas de su costa que impresionaron a los primeros descubridores españoles. Estos creyeron encontrar un nuevo El Dorado centroamericano en las minas de Las Hibueras y Hernán Cortés envió en expedición a uno de sus capitanes favoritos, Cristóbal de Olid, que le traicionó. El mismo Cortés equipó y encabezó una expedición de castigo contra su antiguo capitán, que, en el momento de la partida, ya había sido degollado por un amigo del Capitán General de la Nueva España. Ese sería uno de los primeros de los muy numerosos asesinatos entre capitanes y conquistadores españoles que harían de Honduras el país del Nuevo Mundo donde más “crímenes por ajuste de cuentas”, se daban en aquel momento. La riqueza de las minas, y sobre todo las piedras preciosas, contribuyeron en gran medida a la riqueza de la Capitanía General de Guatemala, de la que dependía Honduras. Pero la tensa situación entre los conquistadores, su comprensible ambición y los sucesivos crímenes, hicieron que el lenguaje español incorporase en su uso, hasta nuestros días, la expresión “meterse en honduras”, como equivalente a “meterse en complicaciones innecesarias”. El posterior agotamiento minero, la hostilidad de su clima, la poca productividad agrícola, hizo que Honduras se fuese empobreciendo a la sombra de Guatemala y, una vez independiente, se convirtiese, como casi todo el continente, en una finca que explotaban en comandita los militares y la oligarquía. A partir de los años 30, militares y oligarcas se asocian con las compañías fruteras de EE.UU., que pasarían a ser los propietarios de facto de la finca, regentada dictatorialmente por sus socios locales.

EL EQUIPO LOCAL:

La oligarquía hondureña, ganadera y agrícola, ha ostentado todos los poderes en su país durante 150 años, disponiendo de vidas y haciendas, ordenando el trabajo sucio a su ejército y tratando a su campesinado, como si de la almas de Gogol se tratase, con crímenes incluidos. La verdad es que poco trabajo les han dado, pues la inexistencia de una clase obrera no ha permitido la aparición de una izquierda democrática, los movimientos campesinos fueron prontamente abortados y ni una mala guerrilla que echarse al coleto han tenido. Los nuevos aires de libertad que refrescan el mundo desde hace unas décadas, la convicción de que el mercado necesita de libertad y el cambio de orientación de la política de Washington, propiciaron, como en todo el continente, el surgimiento de una burguesía liberal que se empeñó, no siempre con igual éxito, en construir el andamiaje de un Estado de Derecho, de un sistema democrático. Tan es así, que para evitar la metástasis del caudillismo que tanto dolor ha producido en América Latina, plasmaron en su Constitución, no sólo la prohibición absoluta de proponer una reelección presidencial, sino la sanción inmediata de quien la propusiera. Un sistema democrático, sin embargo, incipiente, débil en sus bases, corroído por una tradición de corrupción secular, y, como analiza Villalobos en su magnífico artículo, titubeando entre caer en el precipicio de los señores de la droga, o lo señores del petróleo. Y, como reza el dicho, la cabra siempre tira al monte, y un ejército acostumbrado a ejercer de matón, tiene unas mañas difíciles de obviar, pues lo contrario sería razonar, un oxímoron imposible. No quisiera ofender a las madres de los militares de parte alguna, ni siquiera a estos, pero la historia reciente, incluso la actual, de América Latina da fundamento suficiente a la famosa frase: “Benditos sean los vientres de las mujeres costarricenses, porque ellos no parirán un militar”. El penoso, troglodítico espectáculo de unos militares encapuchados, disparando a las cerraduras, gritando al Presidente (los militares gritan porque es la manera de transmitir órdenes y el grito amilana, no deja pensar) es algo tan nauseabundo en la democracia del siglo XXI, que por mucho que intenten justificar lo injustificable, un golpe de Estado militar es eso y nada más que eso. Para los militares, como para los fascistas de derechas y de izquierdas, las formas son un lujo innecesario, pero para un Estado de Derecho, como para la mujer del César a la que no le bastaba ser honesta sino que tenía que parecerlo, las formas son fundamentales. Sin formas, queda la barbarie. Y no hay golpes buenos y golpes malos. Lo del “traje de noche” como eufemísticamente dice el demóstenes depuesto, es irrelevante, aunque esperpéntico. La mediocridad de un Micheletti al que le va grande no sólo el traje y las prácticas habituales de censura y violencia, convierten al nuevo gobierno hondureño en un títere de triste cara fascistoide.

EL EQUIPO VISITANTE:

En este caso, el equipo visitante sería el depuesto presidente, Mel Zelaya, aunque durante la mayor parte de su vida jugó con el equipo local. Y es obvio que es el equipo visitante, pues pretendía apoderarse no sólo de los cuatro años en juego, sino de todos los del campeonato, pasándole el rodillo al equipo local. Manuel Zelaya pertenece a una de las familias hacendadas de la oligarquía hondureña, dueños de tierras, vacas y campesinos. El 25 de junio de 1975, en la hacienda propiedad del padre de Mel, en Los Horcones, en Olancho, fueron masacradas 14 personas cuando se dirigían a protestar a Tegucigalpa. Los cadáveres de los sacerdotes, campesinos, mujeres y niños fueron arrojados a un pozo de malacate, en lo que se recuerda como una de las mayores masacres cometidas en Honduras contra los campesinos. La fotografía de Mel Zelaya que ilustra este blog, por su aspecto, podría ser de esa época, aunque, por supuesto, no nos atreveríamos a afirmar que el depuesto se dedicase a la caza del campesino, también podía asistir a un baile de disfraces. Pues el bueno de Mel, como su destino le tenía marcado, es elegido presidente como candidato de un partido conservador. Parece que le tomó pronto gustito al sillón y empezó a lamentarse de la brevedad de la vida presidencial, y en plan de crisálida arrepentida le fue a contar a Fidel cómo lamentaba tener que dejar a su maravilloso pueblo que tanto necesitaba de él. Nadie mejor que Fidel para comprender este razonamiento y le animó a considerar otras posibilidades. Las otras posibilidades estaban claras: la espada de Bolívar que recorre América Latina. Es decir, unirse a la cuerda de amanecidos del Alba que te ofrecen un combo de lo más atractivo: reelección asegurada, petróleo gratis, viajes gratis, a cambio de salir en la foto aplaudiendo al nuevo emperador. Y no pudo resistir la tentación. Se declaró de izquierdas, castrista de toda la vida, antiimperialista, y no se declaró vegetariano porque Ortega le dijo al oído que tampoco se pasara de rosca. El cow boy hondureño se integraba al equipo de los libertadores de América y su entrenador empezó a instruirle en la táctica electoral que tan buen resultado le había deparado en su tierra: Constituyente-Constitución-Reelección-Control de Poderes-Presidente electo ad aeternum. Intentó dar un golpe de Estado, lo tenía todo preparado, ya había violado la Constitución. Pero le salió el tiro por la culata. Se le adelantó el Ejército y sustituyó un violador por otro. La Historia da unas oportunidades únicas a personajillos como éste, de una verborrea, mitad de casino ganadero, mitad de púlpito, con esos recursos retóricos ya tan manidos en estas latitudes de mezclar lacrimosamente a Cristo con los pobres, al pueblo con la soberanía y memeces por el estilo. Pero nunca había tenido la posibilidad de demostrar su increíble valor como lo hizo al sobrevolar acrobáticamente el aeropuerto de Tegucigalpa y decir una frase para la historia de Honduras: “Estaba tan emocionado que si tengo un paracaídas me lanzo a la pista”. Volaba tan bajo, que con un poco más de valor hasta sin paracaídas podría haberse lanzado. Además, su frase nos demuestra la valentía no sólo de él, sino de los pilotos y hombres de seguridad del avión venezolano que volaban sin paracaídas. ¿Kamikazes? ¿Habrían jurado estrellarse contra la casa de Gobierno del usurpador por el honor del emperador caraqueño?

EL ENTRENADOR:

Hugo Chávez. En su afán de convertirse en el gallo del gallinero, ya no pone remilgos a cualquier gallina que se deje pisar. Lo mismo le da un ex guerrillero estuprador, que un indio flipado, que un cowboy de derechas. Lo importante es tener asegurada una buena puesta. El plan que diseñó para Mel no era original, seguía el patrón establecido en Caracas y puesto a prueba en La Paz y Quito. Las urnas, las papeletas de voto (parece ser que las urnas ya venían con los votos dentro) se habían elaborado en la imprenta de Caracas y llegaban en avión venezolano a Tegucigalpa. Seguramente las actas con los resultados ya habían sido elaboradas en el Consejo Nacional Electoral venezolano. La operación era de rutina, como lo volverá a ser en Perú dentro de poco y tal vez en la misma Honduras. Pero cuando de hombres se trata no siempre el resultado es matemáticamente previsible, y la derrota de su pupilo hizo que al entrenador Chávez se le saltaran los tapones de la ira, dentro y fuera del vestuario.

EL ÁRBITRO:

La OEA. Uno está acostumbrado a ver arbitrajes malos, incompetentes, surrealistas, árbitros comprados, pero lo de la OEA fue tan lastimoso, que ni pudo terminar arbitrando el partido. La misma lacra de la reelección que aqueja a los países de América, transfigura al Secretario General de la OEA. El Sr. Insulza pretende ser reelegido en su cargo y se dedica a bailarle el agua al bloque que puede inclinar el voto a su favor. En ningún momento se comportó como un árbitro, o más bien se comportó como aquel árbitro famoso que en un partido en Madrid bajó al vestuario del equipo contrario y amenazó a los jugadores diciéndoles que si ganaban iban presos. Su aparición en la reunión del ALBA fue, por lo menos, inoportuna. Su amenaza de llegar a Tegucigalpa con el depuesto, fue destemplada. Todos sabemos que la OEA es un sindicato de gobiernos, que tiene una Corte Interamericana de Derechos Humanos como fachada encubridora a quien nadie le hace el más mínimo caso, pero un poco de disimulo nunca viene mal a la diplomacia y en este caso su ausencia ha sido tan descarada que el árbitro ha tenido que retirarse antes de terminar el partido. La aparición de Oscar Arias como intermediario propiciador de conversaciones, es la demostración manifiesta del descalabro de la OEA.

LOS ULTRA SUR:

Todos los equipos tienen un grupo de aficionados “ultras”, gamberros, hooligans, skinheads, neonazis, agresivos y camorreros. En este caso, además, encabezado por el propio entrenador. Me refiero a los “cabeza rapadas” del Alba. El espectáculo que han dado estos chicos ha sido la parte más surrealista de esta historieta. Si no fuera porque el futuro inmediato del pueblo hondureño está en juego, y porque ya hay al menos un muerto, la actuación de estos personajes habría convertido lo de Honduras en un sainete. Ver a Chávez pidiendo a Obama la intervención militar en Honduras, y si no él se encargaría de hacerlo (se refería obviamente a los nicaragüenses que lo harían por mampuesto) en nombre de la soberanía; ver a Raúl Castro pedir libertad y democracia para el pueblo de Honduras; ver a todos ellos pedir el bloqueo económico de un país empobrecido. Claro que nada de eso es nuevo. Chávez se harta todos los días de exigir respeto a “su” soberanía, mientras se inmiscuye en la política interna de todos los países del continente; Raúl Castro exigía su readmisión en la OEA, y cuando la aceptan la rechaza; piden a gritos el final, por otra parte deseable, del bloqueo de Cuba, cuya posibilidad al parecer tiene muy preocupado a Fidel pues dejaría al desnudo el fracaso del sistema, y piden el bloqueo de Honduras. Y todo eso ante la mirada impertérrita de Insulza. Parafraseando a Pirandello, son todos unos personajes en busca de autor, que, con Gabo retirado, nos deleitase metiéndolos a todos en una jaula de locos en cualquier Macondo caribeño.

No se sabe quién se comerá los tamales navideños como presidente de Honduras, pero, como dicen Les Luthiers, “Lo que nace pa’tamal, nunca ta’bien.”

2 comentarios:

luiser dijo...

¡Excelente! Y me encanta esa analogía del partido de fútbol.

GonzaloF dijo...

Luis, enhorabuena podemos leer un minucioso análisis que muestra lo jodido de la situación latinoamericana donde defendemos eternamente intereses, olvidamos la condición humana y los principios fundamentales democráticos inpirados del pensamiento de Rousseau, Voltaire y Montesquieu. Honduras parece una calle ciega, al final sólo se ve una pared enorme de ladrillos, ¿quién ganará? Amanecerá y veremos.
Saludos,amigo.