martes, 11 de agosto de 2009

EL FEO ROSTRO DEL FASCISMO









La Venezuela de hoy, o la de anoche, era conocida en el mundo, además de por el negro petróleo, por la luminosidad de su naturaleza y la belleza de sus mujeres. Hoy el mundo está descubriendo en Venezuela el feo rostro del fascismo. Como el retrato de Dorian Gray, celosamente escondido en un desván cada vez más público, el bello rostro de la “Revolución bonita”, muestra su horrenda realidad: el feo rostro del fascismo.

Dicen algunos chavistas desengañados, que a Chávez no le importa que las cosas vayan mal, sino que se sepa. De igual manera, quiere que el mundo crea en el bello rostro democrático de la revolución bolivariana, cuando su retrato se resquebraja con las muecas del odio, de la opresión y de la ambición. Es igual el color de la pintura con la que se quiera tachar la libertad: el fascismo ha usado el color negro, el pardo, el azul y el rojo. El color de sus camisas, el color de sus cerebros. El fascismo no está en el color, está en la brocha y en la mano del que la blande.

Y si a alguien le cabe alguna duda, intentemos enumerar algunos síntomas.

-El judicializar la política, encarcelando, inhabilitando o exilando a los adversarios políticos, es fascismo.

-El convertir a los fiscales en perros de presa del régimen, falsificando pruebas, amenazando o comprando testigos, es fascismo.

-El presionar a los pocos jueces independientes que quedan para que dicten medidas y sentencias preparadas de antemano, y expulsando de la carrera a los que no se doblan, es fascismo.

-El no respetar el derecho al debido proceso contremplado en la Declaración Universal de los Derechos del Hombre; el derecho a ser juzgado por los jueces naturales, el derecho a ser juzgado en libertad, el derecho a ser informado de las acusaciones, es fascismo.

-El que no exista división de poderes, antes de la Revolución Francesa era absolutismo, hoy es fascismo.

-El desprecio y el aplastamiento de las minorías, el irrespeto al adversario, su demonización, es fascismo.

-El confeccionar elecciones, demarcaciones electorales y censos a la medida, es una burla a la democracia, por eso es fascismo.

-El exacerbar el nacionalismo belicista, es fascismo.

-El uniformar a un pueblo, es fascista.

-El pretender que el Estado controle la ideología de la enseñanza, en detrimento de la libertad de conciencia y de la autonomía universitaria, es fascismo.

-El obligar a los niños a tener preparación militar, es fascismo.

-El identificar la libertad de expresión con el terrorismo, persiguiendo a periodistas y comunicadores como a terroristas, es fascismo.

-El callar la libertad de expresión y el derecho a la información del pueblo clausurando emisoras de radio y televisión, es fascismo.

-Eliminar los sindicatos libremente creados por los trabajadores, sustituyéndolos por correas de transmisión del Estado-patrono, es fascismo.

-Eliminar las conquistas tan duramente obtenidas por los trabajadores tras décadas de lucha sindical, es fascismo.

-Imponer un pensamiento único, es fascismo.

-Monopolizar y controlar toda la actividad social, desde los juguetes hasta los libros, desde el deporte hasta el cine, es fascismo.

-El culto a la personalidad es fascista

-Apropiarse de la historia es fascista.

-Hipotecar el futuro de un pueblo es fascista.

Al cierre, oigo unas declaraciones de la inefable y pluriempleada funcionaria Jacqueline Farías -sí, la misma que arrobada de pasión y sonrisa orgasmática se autoproclamó “dedo de Chávez” (en qué estaría pensando)- diciendo que gracias a la Ley de Educación que se va a aprobar, “dentro de unos años todos los niños serán los futuros Chávez”. ¿Se imaginan? ¿Millones de gremlins? A confesión de parte... Ella, como su admirado prócer, podrían decir como Les Luthiers: “la inteligencia me persigue, pero yo soy más rápida”.

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